Campillos. "El Internado". El colegio de San José (1973-1986)

Relaciones sociales

No existía una buena relación, ni a nivel dirección-profesorado ni tampoco a otros niveles, exceptuando las tutorías, y esto debido a varias circunstancias que vamos a ver:

El Claustro de profesores estaba formado por profesores de varios tipos y niveles: los promasas, de los que ya hemos hablado, los oriundos del pueblo de Campillos, y los venidos de otras localidades, fundamentalmente, de Granada, Sevilla y Málaga.
Tener trabajo en tu pueblo de nacimiento está muy bien, pero venir de otra ciudad a trabajar en ese colegio debía tener otros alicientes, y el mayor aliciente que podía haber para animar a alguien a venir a vivir a un pueblo era el sueldo. Es por eso que, a los profesores que venían de fuera, se les ofrecía un sueldo mucho mayor que a los oriundos del pueblo. Ya estaba establecida la primera diferencia. Importante diferencia, porque si el trabajo a desarrollar era el mismo, había quienes no comprendían el por qué de ese trato deferencial y esa gran diferencia en el sueldo entre unos y otros, porque la diferencia era notable...

Otro factor diferencial se producía entre el profesorado de fuera, ya que, entre ellos también existía diferencias en el sueldo. Estas se basaban en la necesidad que hubiese tenido el centro en el momento de contratar a un profesor con determinada especialidad. Unas se pagaban mejor que otras, así pues, unos cobrarían más que otros. También influía el currículum de a quien se contrataba. Estamos llegando a una conclusión importante: había diferentes niveles de nómina, según la valoración que Don José Macias hacía del profesor que contrataba, de su origen, de su formación, o de la necesidad o dificultad que tuviera para contratar a un especialista en tal o cual materia.
Los idiomas estaban muy bien considerados y se pagaban bien, sobre todo porque era necesario contar con un profesorado de idiomas con garantías. Yo era maestro, pero como había obtenido la especialidad de Francés por la Universidad Literaria de Granada, desde un principio, acordé con Don José un sueldo a nivel de licenciado.
Siempre me constó que, tanto maestros como licenciados, se molestaron por esa consideración conmigo.
Así pues, con un claustro tan, digamos, diferenciado entre sí, difícil sería que las relaciones humanas, fuera del colegio, tuvieran algo de futuro. Además a todo esto habría que añadir la lógica tendencia de muchos profesores a desplazarse a su capital de origen los fines de semana y vacaciones. Por todo ello, la relación extralaboral de los profesores no era la deseable.

Si entre ellos mismos no había una gran relación, fácil es de imaginar la que existía entre estos y el resto de los habitantes del pueblo: prácticamente ninguna. Las gentes del pueblo consideraban a la mayoría de estos profesores como advenedizos que se estaban aprovechando de unas condiciones excepcionales del pueblo por contar con aquel colegio. ¡Todo un absurdo!
En los comercios, puestos del mercado y alquileres, los precios eran unos para "los locales" y otros, muy distintos, para los profesores del internado (los de "an cá Macias") a los que siempre consideraron "forasteros".
En el pueblo estaban muy bien considerados los profesores "forasteros" del colegio, pero no eran fácilmente aceptados. Bien es cierto que estos, los profesores, en su gran mayoría, hacían bien poco por integrarse en el pueblo. Hubo profesores que pasaron por allí totalmente desapercibidos y esto, después de más de diez años de residencia en Campillos.
Debo reconocer que no fue mi caso, ya que creo que me integré bastante bien en el pueblo gracias a mis aficiones (la caza y el tiro al plato) y a mi participación como Concejal del Ayuntamiento de Campillos desde el que desarrollé una gran actividad cultural y de asociacionismo juvenil a nivel pueblo.

El colegio influyó de forma muy importante en el pueblo de Campillos. Fue su mayor empresa ya que daba trabajo a mucha gente, no sólo a profesores, sino a cocineros, limpiadores, vigilantes, carpinteros, albañiles, transportistas, panaderos, etc. etc.
El colegio era el blanco de la diana y, a su alrededor se establecieron otros negocios relacionados con éste. Don José montó una granja de gallinas que abastecía de huevos al centro. Una fábrica de pienso que abastecía a la granja. Dio vida a los TRANSPORTES TORRES, que se encargaban de transportar a los alumnos que se desplazaban cada fin de semana a sus casas, así como en los períodos vacacionales.
Involuntariamente, el colegio dio vida y pujanza a una serie de bares, restaurantes, concesionarios de automóviles, comercios y hoteles de la localidad que veían de muy buen grado la avalancha de padres que visitaban el pueblo.

Campillos recibió la influencia del colegio traducida en las costumbres de aquellos chicos que invadían el pueblo los fines de semana, venidos de todas partes, con sus modas y modales que traían de "la capital". Campillos fue, mucho antes que los pueblos de alrededor, una localidad mucho más abierta, moderna y cosmopolita gracias al colegio SAN JOSÉ.
Lógicamente, en el pueblo influyó todo cuanto de positivo traían los alumnos, pero también todo lo de negativo que traían, como trifulcas y consumo de drogas blandas. Eran conocidos los paseos de Don José, con su vespino, por todo el pueblo durante los fines de semana para, con su presencia, mantener a raya a quienes pensaran desmadrarse o para corregir a aquellos que no se estuvieran comportando debidamente. De todas maneras era casi imposible paliar todos los pequeños altercados que estos alumnos pudieran producir a causa del alcohol, los porros, o las relaciones con las chicas del otro internado que existía en el pueblo, LA MILAGROSA, que estaba dirigido por un cura, Don Antonio Benitez, que fue párroco de la iglesia "Nª Sª DEL REPOSO", y que seguía paso a paso las líneas maestras marcadas por el SAN JOSE. Años más tarde, Don Antonio colgó los hábitos, aunque siguió, y sigue, siendo el director de ese internado femenino.
Hubo varios intentos de establecer unas mejores relaciones entre empresa y trabajadores, organizando algunas cenas especiales de convivencia, pero aquello no cuajó sencillamente porque, como reza el refranero, un día no hace año, ni un grano granero...
Alguna vez me quejé por esta poca relación que se propiciaba entre los trabajadores del colegio y por las escasas relaciones públicas que existía. Don José siempre me contestaba con lo mismo... "Ceballos, es que tú eres muy detallista..." como si, el serlo, fuera algo negativo...

A veces te planteabas si merecería la pena salir a dar una vuelta por el pueblo en horario que coincidiese con el de "la suelta de alumnos" y no porque no fueran cariñosos y educados al vernos por la calle, sino por todo lo contrario: tenías que ir saludando, continuamente, a decenas de alumnos como si de un actor famoso se tratara...

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